Que bello es saber que tenemos personitas con las cuales podemos compartir momentos inolvidables.
Que lindo es tener amigos !!!
Este es uno de los cuentos con el que trabajaremos el valor de la amistad.
Dos duendes y dos deseos
Hubo una vez, hace mucho, muchísimo tiempo, tanto que ni
siquiera el existían el día y la noche, y en la tierra sólo vivían criaturas
mágicas y extrañas, dos pequeños duendes que soñaban con saltar tan alto, que
pudieran llegar a atrapar las nubes.
Un día, el Gran Hada de los Cielos los descubrió
saltando una y otra vez, en un juego inútil y divertido a la vez, tratando de
atrapar unas ligeras nubes que pasaban a gran velocidad. Tanto le divirtió
aquel juego, y tanto se río, que decidió regalar un don mágico a cada uno.
- ¿Qué es lo que más desearías en la vida? Sólo
una cosa, no puedo darte más - preguntó al que parecía más inquieto.
El duende, emocionado por hablar con una de las
Grandes Hadas, y ansioso por recibir su deseo, respondió al momento.
- ¡Saltar! ¡Quiero saltar por encima de las
montañas! ¡Por encima de las nubes y el viento, y más allá del sol!
- ¿Seguro? - dijo el hada - ¿No quieres ninguna
otra cosa?
El duendecillo, impaciente, contó los años que
había pasado soñando con aquel don, y aseguró que nada podría hacerle más
feliz. El Hada, convencida, sopló sobre el duende y, al instante, éste saltó
tan alto que en unos momentos atravesó las nubes, luego siguió hacia el sol, y
finalmente dejaron de verlo camino de las estrellas.
El Hada, entonces, se dirigió al otro duende.
- ¿Y tú?, ¿qué es lo que más quieres?
El segundo duende, de aspecto algo más tranquilo
que el primero, se quedó pensativo. Se rascó la barbilla, se estiró las orejas,
miró al cielo, miró al suelo, volvió a mirar al cielo, se tapó los ojos, se
acercó una mano a la oreja, volvió a mirar al suelo, puso un gesto triste, y
finalmente respondió:
- Quiero poder atrapar cualquier cosa, sobre todo
para sujetar a mi amigo. Se va a matar del golpe cuando caiga.
En ese momento, comenzaron a oír un ruido, como un
gritito en la lejanía, que se fue acercando y acercando, sonando cada vez más
alto, hasta que pudieron distinguir claramente la cara horrorizada del primer
duende ante lo que iba a ser el tortazo más grande de la historia. Pero el hada
sopló sobre el segundo duende, y éste pudo atraparlo y salvarle la vida.
Con el corazón casi fuera del pecho y los ojos
llenos de lágrimas, el primer duende lamentó haber sido tan impulsivo, y abrazó
a su buen amigo, quien por haber pensado un poco antes de pedir su propio
deseo, se vio obligado a malgastarlo con él. Y agradecido por su generosidad,
el duende saltarín se ofreció a intercambiar los dones, guardando para sí el
inútil don de atrapar duendes, y cediendo a su compañero la habilidad de saltar
sobre las nubes. Pero el segundo duende, que sabía cuánto deseaba su amigo
aquel don, decidió que lo compartirían por turnos. Así, sucesivamente, uno
saltaría y el otro tendría que atraparlo, y ambos serían igual de felices.
El hada, conmovida por el compañerismo y la
amistad de los dos duendes, regaló a cada uno los más bellos objetos que
decoraban sus cielos: el sol y la luna. Desde entonces, el duende que recibió
el sol salta feliz cada mañana, luciendo ante el mundo su regalo. Y cuando tras
todo un día cae a tierra, su amigo evita el golpe, y se prepara para dar su
salto, en el que mostrará orgulloso la luz de la luna durante toda la noche.